Pálidas manos acarician la tenue silueta
imaginaria de tu cuerpo,
El calor de tu cuerpo es el ansia
indivisible de mi silencioso espíritu,
Bebo de la frescura de tu voz para aliviar
la pena de una ausencia ingrata,
Son tus
manos las que guían mi camino a través de la fría distancia que se
acorta.
Mis labios claman por el fragor destellante
de tus hombros amados,
Cual sol imponente sobre las altas montañas
yacen los recuerdos de tu risa,
Tu nombre borra cuanto polvo pueda cubrir
las dulces memorias
Pues mi ser se estremece cada vez que tus
palabras estrechan mis oídos.
Dulce es el vino de tu amor, amarga tu
despedida y un manjar tu cuerpo,
En tu pecho yace la palpitante gema amada
que completa las piezas de mi espíritu,
Celebro al alba nuestro amor con una sinfonía
angelical en tu honor,
Eres el ángel más bello del ardiente
paraíso celestial.
Invoco seres de lo alto para que alaben tu
belleza estelar,
El fatigoso andar de tus pies marcan el
sendero de mis pasos,
Me alimento de tus palabras, dulce reposo
donde yacen mis alegrías,
El altar de tu nombre cubre mis
pensamientos con cálidas fragancias aromáticas.
Seré como el ave que ronda las montañas de
tu cuerpo y anidaré en tu valle,
Serás siempre el grial que mitigará la sed
con que asiré tus manos,
Por siempre sobre mi pecho descansarán tus
penas y será el refugio de tus manos,
Aún más allá del inmisericorde destino
estaremos juntos pues nuestras manos nunca se separan.
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