La
lluvia había comenzado a amainar. No había sido una tormenta, más bien una
pequeña llovizna. Veía como corría el agua por la calle y decidí salir a dar
una breve caminata por el pueblo.
Las
calles estaban en silencio. Encontré pocos vecinos, a quienes saludé muy
respetuosamente a pesar de sus miradas atónitas. Luego de unos cuantos minutos
de vagar solo, vi a una señora que al verme hizo unos ademanes en señal de
saludo y al acercarme un poco más me habló de manera muy calmada y con mucho
aprecio.
-Me alegra mucho verte por acá
luego de tantos días en los que no se te ha visto, déjame decirte que las
personas que se marchan…
Interrumpí
su alocución tratando de no faltarle al respeto en lo absoluto y siendo lo más
educado posible con ella respondí:
-Sé muy bien que las personas al
marcharse dejan un vacío muy profundo en nuestros corazones y que nadie en
verdad quiere que los seres amados se marchen y menos tan pronto…
Guardé
un poco de silencio como tratando de ocultar el dolor que sentía y lo conmocionado que aún estaba. Recién mientras
veía la llovizna caer antes de salir a caminar saqué el tabaco que tenía guardado en uno de los cajones
que estaban en mi recamara. Lo puse sobre mi pipa y comencé a fumar
despaciosamente meditando en los días que solía sentarme junto a mi
madre a ver la lluvia caer y discutir sobre tantos temas que compartíamos. Ella
había sido, como para la gran mayoría de hijos es así, la mejor madre que existía.
Nunca olvidaré sus consejos y sus palabras dichas en el momento exacto en que
debía decirlo. Sus bromas nunca cesaban y sus dicharachos tan disparatados que
nos hacía reír a todos. Ella siempre fue el centro de atención en las reuniones
familiares pues ella siempre tenía un chiste que decir y una tontería para
hacernos reír. Miles de veces recibí palabras de muchas personas diciéndome que
desearían tener una madre como la que yo tenía. Ella fue siempre el motor de mi
vida y la razón de lo que actualmente soy, por eso su pérdida era tan fuerte
para mí. Pero el simple hecho de saber que siempre fuimos tan unidos me daba
fortaleza y porque sabía que ella misma me había preparado para la vida, y fue
justamente con eso con lo que seguí en la conversación que sostenía con mi
afable vecina de quien no recordaba conocerla, o al menos eso pensaba.
-Mi madre fue siempre la luz de
mi vida, sé que ella no me ve, no me escucha, no sabe lo que hago o dejo de
hacer, pero cada día trato de poner en práctica lo que ella me enseñó. Ella fue
siempre la amiga en quien podía confiar y ella procuró lo más posible
instruirme para estos días en los cuales ya no la tuviera. Ella siempre me
habló del dolor de perder a alguien y que debemos tener fortaleza anímica pues por
desgracia es la ley de la vida. “El destino de los mortales” como suele decir
mi viejo.
Al
mencionar a mi padre ella me interrumpió para preguntarme cómo estaba él.
-El viejo es fuerte -le dije-.
No habla mucho, pero así es él. No es nada nuevo aunque su rostro refleja dolor
y soledad. Hoy más que nunca se encierra en sus libros y en “su mundo” como se
suele decir. Conversamos poco pero siempre es una plática llena de mucho
sentido. Suele tener sus arranques en los que nadie lo calla y se convierten en
monólogos, aunque algunas veces los siento como soliloquios porque pareciera
que hablase para sí mismo más que en nuestra conversación -la señora sonrió al
escuchar las últimas palabras como diciendo “el viejo siempre ha estado loco”-.
Usted sabe, las personas que tienen un gusto diferente, comportamiento apático,
razonamientos considerados excéntricos, ideologías que no concuerdan con lo
establecido y un aspecto poco común tienden a ser considerados locos… Bueno, más
bien debería decir que somos considerados locos…
Ella
me vio con cierto aire de ternura y aunque yo sabía que ella me consideraba una
persona diferente me pareció muy extraño lo que escuché inmediatamente después.
-Mira, hijo mío, la locura y la
cordura son tan subjetivas que para ti yo puedo estar más loca que una cabra
pero para otra persona soy más inteligente que cualquier filósofo antiguo.
Es común ver a las personas con un
comportamiento de lo más normal tener actitudes ante la vida que dan mucha pena
y las personas por las que no damos un centavo saben sortear de mejor manera cada
suceso de la vida. Decía mi madre que las personas que tienen algo en la cabeza
no pierden el tiempo en tonterías y ven el buen vestir como el mayor
desperdicio de tiempo. Verte a ti es ver a tu padre y a tu madre en uno solo.
Me
enorgullece mucho ver cómo te expresas y ver que tienes tantas cosas de tu
madre y que has sabido también tomar las cosas buenas que tiene tu padre. Hijo
mío, por desgracia hay tan pocos locos en esta vida que si tuviéramos al menos
unos cuantos más apuesto que este mundo estaría mejor. No está loca la persona
a la que no entendemos sino locos estamos los demás porque no podemos
comprender su visión. Es tan vacía la mente del ser humano en estos días que
prefiere hacer burla o ver de menos a alguien porque no se acomoda al gusto
general cuando no ven que deberían ser ellos objetos de burla por la falta de
conocimiento que tienen, pero el buen conocedor no se burla de los demás, trata
de ayudar aunque sepa que casi siempre, o en la mayoría de los casos, es como
tratar de echar agua al mar.
Sus
palabras trajeron una sensación de calor a mi estado. Sabía que mi padre era
respetado pero también sabía que era objeto de mofa por ser una de esas
personas extrañas que no hablan mucho, que se ven diferentes y que tienen ese
aspecto desgarbado y desaliñado que los demás no entienden. Para mí siempre fue
un gran orgullo ver a mis padres discutir temas que para los demás serían
indescifrables. Verlos a ambos siempre con un libro en la mano enseñándome
muchas cosas y que ellos me inculcaran ese hábito considero que es la mayor herencia
que pudieron dejarme.
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